jueves, 27 de octubre de 2016

Muestra de Malevich en el PROA




Todo comenzó con el sol de las 12 del mediodía. Exacto, circular y armonioso, noventa grados respecto a nuestras cabezas, que seguramente desde allí arriba se veían como puntos atomizados a través de una línea. Una línea tensionada entre los conventillos, que colmados por rectángulos de colores superpuestos, causaban la sensación de profundidad en el plano.
Empecé de a poco a prescindir de las cosas “tal cual son”, empecé a abstraerme. El círculo amarillo empezó a moverse y se iba acomodando hacia un costado, un extremo de la inmensa mancha celeste. Todo a mí alrededor comenzó a proyectar una sombra negrísima y nítida. Todo. Los planos de colores de los conventillos, los turistas y sus cámaras de fotos, los pintores de cuadros y los que simplemente caminábamos en busca de una aventura. De hecho ya había encontrado una: reducir a la realidad a las formas básicas de la geometría, componer lo que me rodeaba y pensarlo desde un concepto de equilibrio simetría-asimetría, el uso de los colores y sobre todo a tratar la profundidad que se nos presenta en la realidad mediante el contacto y la superposición.
Seguí dirigiéndome hacia la mancha marrón. Al lado, dejando un espacio vacío entre ellos, un cuadrado blanco donde se leía “PROA”. Ya sin requerir de ningún tipo de esfuerzo, mi juego se transformó en la realidad. Las personas quietísimas representadas mediante rectángulos y triángulos tomaron colores vivos y radiantes e inundaban las salas.  Descubrí que en este lugar, estaba metida La Boca entera. Empecé a dilucidar algo en el fondo.
Al final del recorrido un circulo negro, y el cielo.
                

jueves, 29 de septiembre de 2016

“El limonero real": una contemplación del tiempo.



“Stavrogin: En el Apocalipsis, el ángel anuncia que ya no existirá el tiempo. 

Kirilov: Lo sé. Eso está dicho expresamente, de forma clara, inequívoca. Cuando todos los  hombres sean felices, ya no existirá el tiempo, porque ya no hará falta. Una idea muy cierta.

Stavrogin: ¿Y dónde lo meterán?

Kirilov: En ninguna parte. El tiempo, al fin y al cabo, no es una cosa, sino una idea. Desaparecerá en el entendimiento.”[1]


La adaptación de la novela de Juan José Saer al cine por Gustavo Fontán, es justamente eso, una adaptación. Como sabemos, tanto la literatura como el cine, presentan su propia especificidad, de ahí que el mensaje y el resultado  artístico sean tan dispares.  ¿Pero qué tienen en común? Podríamos decir que la libertad con la que los artistas pueden trazar y organizar el material que la realidad les ofrece. Esto es lo único que comparten, en todo lo demás aparecen diferencias irreconciliables, consecuencia de la diferencia entre un modo de representación verbal y otro visual-fílmico. He aquí el arranque de esa adaptación donde el protagonista es el tiempo. En la novela de Saer, el tiempo juega un papel fundamental, ya que la misma historia es contada por distintos personajes, o sea, la misma escena, tres veces, lo que nos coloca frente a tres historias respecto a un mismo intervalo temporal. En el cine no se podría producir tal cosa, por lo cambiante de un día a cada instante, la luz, la toma, los objetos, no se pueden reproducir tal cual en cada historia. Esto llevó al director a reproducir solo una historia de las tres con las que contaba la novela. Primera gran diferencia. Pero encontramos una gran estrategia de parte de director, con la cual logra que el punto fuerte de la película sea este. Conociendo la novela y habiendo leído a Saer, Gustavo Fontán, toma un artilugio característico del escritor, que podríamos mencionar como su principio poético fundamental: el encontrar en lo observado una fuente inagotable sobre lo cual hablar. Como si fuese una práctica Zen, uno como espectador se encuentra con planos y tomas que duran mucho más de lo que uno esperaría, y el “tiempo” no pasa. Casi como un trabajo de fotografía o como si se observara un cuadro, uno contempla, una hoja, una barca o el río y la poesía surge en el mismo instante en que se busca algo nuevo en ella, y luego  encuentra otro significado y luego otro y así sucesivamente. El tiempo se resume así en una situación.
Teniendo esto en cuenta, viene al caso mencionar que en la cultura ancestral del Japón podemos encontrar una palabra la cual se pronuncia “saba”.
¿en qué consiste este término? Es la creencia de que es el tiempo en sí el que trae a la luz del día la esencia de las cosas. Esta palabra traducida textualmente significa “roña”. Es la roña inimitable, el encanto de lo viejo, el sello, la pátina del tiempo.  En conclusión, la película logra con creces ello: apropiarse del tiempo como una especie de material artístico.


“La historia no es el tiempo; ni siquiera la evolución lo es. Los dos términos hacen referencia a una sucesión. Y el tiempo es una situación, el elemento que da vida al alma humana, en el que el alma está en el hogar como la salamandra en el fuego.” [2]





[1] Cita de la novela “Los endemoniados”, de Dostoievski, publicada en 1871-1872.
[2] Cita de “Esculpir el tiempo”, de Andréi Tarkovski.

viernes, 29 de abril de 2016

Casa abandonada


Todo es silencio. No hay nadie, ni ninguna cosa. No hay patio. Tampoco una luz que entra por el techo, ni vistas al río o la ciudad. Hoy no hay café, gato, ni entregas.
Hoy no hay ruidos. Hubo un tiempo que los hubo extraños en esta casa y se le temían, pero les avisaban de los males que se avecinaban. Cuando se distinguían, salían corriendo lo más rápido posible tratando de cerrar las puertas por el miedo de que el intruso a caballo llegue y los golpee. Se escuchaba el galope a lo lejos, pero así y todo, el sonido se acercaba enseguida y no les daba mucho tiempo de actuar. Eso era antes, cuando les pegaban y le hacían doler el cuerpo, pero hoy ya no es así. Hoy no hay ruidos como dije. No se escuchan gritos de dolor. El dolor, el castigo, pasó a el alma. Apenas se golpea un alma, abunda el silencio. Paraliza a el ser. Es un método eficaz si se quiere destruir, porque no quedan pruebas en el momento. Cero evidencias.
El segundo impulso es el grito, el problema es que algunas veces llega tarde.
Ella estaba con su novio en el Congreso pidiendo por su lugar. Estaba en silencio, mirando a la nada. El notó como se le espejaban los ojos y la abrazó fuerte, lo noté en las facciones de su cara. Muy fuerte, lo suficiente como para que se largué a llorar y no se guarde nada. Lloraba por su patio y su techo, por las vistas, por las historias y por sus sueños. También lloraba porque ahí lo conoció a él. El problema de esta casa, es que se hizo inhabitable y su vida corre peligro. En ella sus habitantes son más apasionados de lo normal, bordeando la locura diría, porque tienen a cuestas el peso de toda una nación a la cual le deben todo y quieren devolvérselo. Como en una guerra en la cual el hombre abandona su casa y su tierra porque su vida corre peligro, hoy sus habitantes abandonan aquel lugar en donde hace no tanto fueron expulsados a los golpes, por un sueño al cual quieren bombardear.
Déjenlos seguir soñando, no los van a defraudar, no les arrebaten su casa.
“Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.”