domingo, 29 de octubre de 2017

El bondi


Bueno si no me equivoco, llegamos. ¿Cómo?¿No era que sabías donde paraba el bondi? Si, ahí dice 60, el cartel no se puede equivocar. Si, pero el 60 tiene una banda de ramales, sos un colgado, te lo dije en tu casa boludo. Hagamos algo ¿querés? cuando venga alguien más le preguntamos y listo. Son las cuatro de la mañana de un lunes chabón, ¿quién carajo va a aparecer? Banca, quedate tranquila que ahí en el cartel dice, a ver. Bueno fijate, que puedo terminar en cualquier lado. ¿Qué calle es esta? No sé boludo, vos vivís acá, yo no lo puedo creer. Que se yo, encima no sé lee una mierda esto. Me fijo en el maps sino, ah no, sabes que me quedé sin datos la puta madre. Tranquila, vos fijate si viene y yo sigo tratando de leer el cartel. ¿No ves qué no hay un alma en la calle? No va a venir nunca este bondi de mierda, siempre lo mismo. Si pensás así no va a venir nunca. No me vengas con misticismos ¿querés? Es ley de atracción querida, ni más ni menos, además yo creo en esas cosas, soy escorpiano. Y yo soy de la cdsm, ¿que tiene que ver? Bueno, te tranquilizas eh, porque vas a esperar sola el bondi. Si, tenés razón, perdoname, estoy nerviosa por esa entrevista de mañana, que es temprano. Si ya sé pero eso no justifica que te la agarres conmigo, agarrátela con el colectivero, que es el que no aparece. No, el no tiene la culpa de que haya tropezado con vos en el camino. Ja ja, que chistosa, ¿qué haces?. Me prendo un pucho, estoy nerviosa por lo de mañana te dije. ¿Pero no lo querías dejar? No al cigarro que fumo cuando espero el bondi no. Eso es raro, no vas a dejar nunca más así, te estás engañando y lo sabés. ¿No me estás escuchando no? mañana tengo la entrevista. Bueno, ok, hablemos de eso, ¿cómo estás para mañana? Y como el orto, la tengo en menos de siete horas y todavía no vino el 60, no quiero hablar de eso igual. Ah, re histeriquita estás. Y eso que estoy fumando, sino estaría peor, además vos no me entendés porque te falta cultura tabaquera, nunca fumaste. ¿Y qué tiene que ver eso? Y que uno se prende un pucho y viene el bondi, es una máxima. Y después soy yo y mi ley de atracción, parece que me estuvieses cargando. Es diferente. ¿Por qué? Porque esto es avalado por todos los fumadores, es sabido. Y la ley de atracción por todos los atraccionadores, ves, te saqué una sonrisa, relajá, te va a ir bien mañana, con ojeras, pero bien. Me río porque es malísimo boludo y suena peor a esta hora. Te reíste lo bastante para estar sobria, cansada y a esta hora, tenía todas en contra el chiste. El chiste era una contra para sí mismo. Yo lo único que sé es que no estarían captando tu batiseñal de la central del 60. Banca, que todavía le quedan pitadas, no seas ansioso. No es de ansioso...pero la puta madre, no conozco ni una calle del cartel este. ¿Pero donde mierda vivís? ¿en un tupper? caminamos 4 cuadras desde tu casa hasta acá. Si pero yo siempre me muevo del otro lado de la avenida, para este ni a comprar vengo. Pará, ahí viene algo. A no ves una mierda boluda, es una moto. Uh no, me olvidé los lentes en tu casa, viste yo sabía que me faltaba algo. ¿La sube la tenés por lo menos? Si, eso si, pienso que esto es culpa de que estoy fumando otra marca. ¿Por qué?¿Cuál fumas? Philip siempre, ahora esta cosa, pero philip corazón. Bueno, debe funcionar con esa marca también. No sé, no sé, por ahora me está dejando mal parada enfrente tuyo. No, mal no, me está dando la razón con lo de la atracción y a vos un motivo para que dejes de fumar del todo. Bueno si, me cuesta dejar, que querés que te diga. Yo te puedo ayudar. ¿Cómo? ¿Poniendo una película que duraba lo mismo que la trilogía del señor de los anillos? Hey estuvo buena. Si, sobretodo la parte que me morí un poco. ¿Qué? ¿cuando te dormiste? Y si. Mentira, si te levantaste sobresaltada, alta peli. El final me gusto. A mi también es como que no te lo esperas ¿viste?. No, me encantó el final porque terminó boludo. Estás a full eh. Y si, si me quedé dormida la mitad de la peli, no entendía nada. La podemos ver de nuevo. Dale, un día que este destruida, así aprovecho. Boe. ¿Boe qué? Y si, te quejas de todo. Hoy si, hoy tengo el permitido. Ah, ¿había permitido? ¿y recién ahora me vengo a enterar? Pactamos eso ahora si querés, ¿te parece?. Claro, vos porque te quejas hasta de la felicidad querida. Bueno, a vos te vendría bien quejarte un poco ¿no?. La verdad que si. ¿Ves? te dejé pensando. No, estoy pensando si me empiezo quejando ahora con vos. Ah no, mañana tengo la entrevista y hoy me toca a mi encima. ¿Y por qué no se podrían dar los permisos el mismo día?. ¿En serio me decís? porque explota todo si los dos nos quejamos, encima vos venís cargadito y va a ser peor. Arranco igual entonces, no me gustó una mierda lo de tu signo. Era un chiste boludo, que susceptible loco. No, no es un chiste, vos sos de Leo y por eso sos así. Nono, soy así porque soy así, además, ¿qué sería ser así?. Un poco irascible, medio terca y completamente seductora. ¿Yo soy seductora?, no me hagas reir. ¿No preguntas por lo de irascible y terca no?. No, porque ya lo se, pero ¿yo seductora? Si lo sos para mi, porque sos un poquito mala, pero es una manera de preservarte, porque no podés estar sin mi. Me da por los huevos aceptarlo, pero es así. Mirá como te reís cuando me ves. No te pases. Bueno ok. Gracias. Estás hermosa, así cansada y todo. Gracias. Y estoy pensando que no quiero que venga el bondi. Gracias y que egoísta. De nada. ¿Lo de egoísta ni lo tomás?. Te lo digo como algo lindo. Si ya sé, vos también estás lindo. Ya lo sé. Dale gil. ¿Que?. Humildad menos diez. Es chiste. Veo que estamos los dos chistosos, alto sueño. Si, mal. ¿Que viene ahí? algo se mueve. Otra moto boluda, no ves que tiene un solo foquito. Y no, porque veo dos. Bueno, es fácil entonces darte cuenta si viene. ¿Por qué lo decís?. Claro, cuando veas cuatro foquitos hay más probabilidades de que sea. Es buena esa eh. Que sería de vos sin mi. Y ya estaría en mi casa, porque me hubiese llevado alguno de los dos motoqueros que pasaron porque los hubiese parado. Tenés que ponerte los lentes, los tenés que usar. Ya sé, pero me da paja. Paja es tomarte otro bondi. Si, me ha pasado. Ya lo sé, por eso te lo digo, ¿a mi me ves bien por lo menos? Si, hermoso. Hablando de hermoso, que hermoso es que te hayas terminado el pucho y que ni asomo un colectivo. Claramente es la marca. O puede ser que yo no quiera que venga y y vos tampoco. Puede ser. Ah ya empezás a darme la razón. No, no te doy la razón, ¿no ves? tomás lo que querés sos un tonto, te estoy diciendo que puede ser de que no quiera que venga el bondi y vos te dormís, típico de flaco. ¿Y por qué no me lo dijiste antes boluda? Porque es tu casa chabón, no me voy a invitar sola. ¿Pero hace cuánto nos conocemos? No importa, yo soy así. Bueno ¿qué querés hacer? en este acto te invito a dormir a mi casa, ¿así?. Así. Bueno joya, vamos. No banca, que en realidad quiero quedarme con vos, pero tengo que ir a mi casa a buscar cosas. Uh me estás volviendo loco nena. No pará, me prendo otro pucho y listo, probamos si viene. Okey. A ver, che el anterior era el último la puta madre. Ya está es la ley de atracción como te decía, no vino el bondi y los dos queremos ir para mi casa. Bueno vamos, ya fue. Lo decís como si no quisieras, banca que se ponga en rojo. Dale boludo, no pasa nadie, ¿qué vas a esperar? sos cuadrado eh. Por pensar así, estamos como estamos. No exageres. Y es así. Mirá que hijo de puta, ahí se va el bondi, la puta madre loco. Ya está olvidate ahora si que no viene más, no tenés puchos. ¿No era qué no creías en lo del cigarro esperando el colectivo? No, yo creo en la atracción, vos pensaste en quedarte y que venga el bondi, bueno ahí pasó y te quedás, el universo responde de una manera perfecta. La puta madre, es re tarde. Tranqui, ahora ya llegamos y nos dormimos. Genial. Salvo que quieras hacer otras cosas. ¿Sos boludo? me tengo que levantar en nada prácticamente. Bueno solo digo, por ahí si lo pienso mucho se dé, por ahora hoy todo se dio así. Bueno ya que estamos, yo puedo atraer un desayuno a la cama antes de irme a la entrevista. Seguro que si lo pensás, se da. Quedamos así. Te amo. Yo también.

jueves, 26 de octubre de 2017

Tomar una Quilmes con vos


Tomar una Quilmes
con vos,
es sentir toda la humedad
de Buenos Aires,
en un maní,
en otro
y en otro.

Es estar en este bar
y que no me guste
la música
porque no te escucho.

Es tomar otra Quilmes
con vos
de tanto hablarte
y que me hables.

Tomar una Quilmes
con vos
es levantarse con una resaca,
dolorosamente
feliz.

lunes, 23 de octubre de 2017

Las mochilas



Tenía una mochila y la había dejado sobre el sillón para no apoyarla directamente en el piso y se ensuciara. Ella también llevaba una mochila, pero era mucho más chica que la mía. Apenas entró noté su tamaño y me dirigí a la mía pensando en todo lo que me sobraba: camisas, remeras varias, calzoncillos y sobre todo "recuerdos" para los de acá. Sacando eso, me encontraba en igualdad de condiciones que ella. Mientras se acercaba se escuchaba el inconfundible sonido de botellas de alcohol chocando.
Se sentó frente mío, sin quitar la vista de mi mochila mientras lo hacía, como juzgando su tamaño. Era un sillón de tres cuerpos igual que en el que me encontraba yo. Estaba completamente vacío y se sentó en el medio. La mochila la dejó a un costado, en el piso. Yo también estaba en el cuerpo central del sillón, pero demasiado echado y retraído como para poder captar su atención. Ella en cambio, tomó el protagonismo enseguida inclinándose hacia mi y empezó a pasar la mano por la mesa que nos separaba. Pasó su mano con suavidad, con la velocidad necesaria de las caricias. Pareciera que disfrutara del acto y que le diera placer hacerlo. Al parecer inspeccionaba el material con el que estaba hecha. Me sentí seducido, y a la vez pensé, es de mimbre. No se lo dije, porque no estaba realmente seguro, pero para mi lo era.
Después en el trayecto volviendo contra el respaldo sonrió, y yo le devolví también una sonrisa. No había de que reírse, era un día más y no esperaba nada de el, pero ella estaba ahí y devolviéndole la sonrisa, de alguna manera, la hacía sentir frente a un par, que teníamos algo en común, mas allá de estar en el mismo hostel con nuestras mochilas y de viaje. En seguida, reboto al llegar al respaldo y fue directo a su mochila nuevamente. Aproveché su descuido para volver a mis facciones descansadas y habituales, ese estado normal de la cara que a todos nos hace ver un poco tristes. Revolvió un buen rato sus cosas mientras se volvían a escuchar las botellas. Serán mínimo dos, pensé. Tenía lógica sino no sonarían. Pero el sonido provenía de diferentes sitios de la mochila. No, son cuatro, me corregí.
Mientras seguía buscando, me hizo repensar en todo lo que me sobraba en la mochila de nuevo. No tengo ni siquiera alcohol, me dije, mientras movía de lado a lado la cabeza.
Para mi sorpresa sacó un libro. Tampoco tenía uno yo y a esta altura me hizo concluir que en toda mi mochila llevaba basura.
Se volvió al cuerpo central, cruzo las piernas y se hundió en el sillón. Como era mi costumbre, traté de averiguar el título del libro. Pude ver que la tapa era de un color azul oscuro pero luego lo inclinó un poco hacia abajo, de modo que me la tendría que arreglar para hallar el nombre. Lo posicionó de tal modo, que la luz de la lucarna que se encontraba sobre su cabeza la inundaba por completo. Así quedaba en sombra lo único que me interesaba ver: su cara y el nombre del libro, el resto era luz.
Debía hallar la manera de invertir esto. Miré la lucarna y chisté. Me hizo volver cuando la vi recogerse el pelo. Me incómodo y encontré un aliado en el celular que empecé a mirarlo, pero no había nada que mirar allí. Inicie el juego de pasármelo de mano en mano, pero esto delataría mis nervios y lo dejé sobre la mesa. De algún modo nos separaba, pero empecé a verla como un medio para unirnos. Si, de alguna manera estaba marcando territorio. Coloque mi celular más cercano a ella que a mi, ganándole espacio. Mis movimientos eran torpes expectantes de su mirada. Reaccionó suspirando mientras doblaba el vértice de la hoja que estaba leyendo y después dejó el libro que leía tapa abajo a la misma altura que mi celular. Me tocaba mover a mi, me dije. Llevo una mochila repleta de cosas inútiles. Me entusiasmo contar con ventaja. Improvisé rápidamente para no demorar mi turno y saque de mi mochila un cuaderno que había traído para escribir las aventuras del viaje. Lo hojeé haciendo como si buscara alguna hoja en particular, pero estaban todavía todas sus páginas en blanco. Es un cuaderno, pero a simple vista pasaría a ser un libro, me las ingenié. Frené en una de las hojas y asentí actuando el gesto pero sin forzarlo. Me quedé un buen rato así, hasta que sea creíble mi uso del libro y a la vez para mostrarle cierta indiferencia, que estaba ocupado en mis cosas. Después crucé las piernas en la misma posición en que las tenía ella y me quedé mirando la hoja blanca. Mis ojos de a poco empezaron a ir de izquierda a derecha, y por momentos me daba cuenta que iba demasiado rápido, y ahí bajaba el ritmo. Por un instante hasta yo me creí estar leyendo. Al rato actuó como lo había hecho antes yo, tomó su celular y empezó a pasárselo de mano en mano. Tosió y lo apoyó sobre el libro de tapa azul. Se arrepintió enseguida, levantó el celular con una mano y con la otra tomó el libro, después volvió a apoyar el celular directamente sobre la mesa. Se acomodó moviendo un poco el cuerpo en el lugar, se tiró el pelo detrás de la oreja de un lado y abrió el libro en la página doblada. La desdobló, y la volvió a doblar hacia el otro lado, tratando de emparejar la marca hecha en la hoja y sonrió. Era un libro ancho, de unas 400 páginas y seguramente pesaba. Lo sostenía con tal facilidad, que saqué la conclusión de que era una lectora frecuente y hábil. Se estiró sin moverse de su sitio y se puso a buscar nuevamente algo en la mochila. El libro seguía firme, la mano tensa pero a la vez cómoda. El sonido de las botellas sonaba sin parar y a ella parecía no importarle demasiado. ¿Que llevará?¿Vino, cerveza? Pensé en cerveza, por la cantidad de botellas que estimaba que tenía y por el sonido. Sabía distinguir el sonido de unas cervezas chocando de unas botellas de vino. Cerró el bolsillo principal y fue a abrir otro más pequeño. De allí sacó un lápiz y por tener las manos ocupadas, dejó el cierre abierto. Volvió hacia su lugar e inclinando el libro para que lo ilumine la lucarna corrigió su postura tirando los hombros hacia atrás. Habiendo realizado esta performance, detecté que mi posición era pésima y estiré mi espalda para dejar mi columna larga y erguida. Alargando mi cuerpo, sentí como el aire inflaba mi pecho y comprendí: dejé mi cuaderno en la mesa, recogí mi celular y me incliné hacia un lado. Lo guardé en uno de los bolsillos del jean y volví a la posición habitual. Fui a mi mochila y del bolsillo más chico saqué un paquete de cigarrillos, me incliné nuevamente hacia un lado, el contrario de donde tenía el celular y saqué el encendedor. Le ofrecí un cigarrillo sin decir nada, invitándola dejando uno asomado del paquete. Se sobresaltó y cuando se relajo, asintiendo en silencio lo tomó. Con la otra mano acerqué el encendedor y retardando lo máximo posible el acto, se iluminó por completo su cara y el titulo del libro.
Así me quedé, un buen rato disfrutando de aquella imagen hasta que me empezó a quemar el dedo. Ella metía los pómulos y llenaba sus pulmones. Lo extraño era que no salía la misma cantidad de humo que la cantidad que entraba a su cuerpo. De repente, le llamaron del otro lado del estar: ahora también sabía su nombre. Me hizo un gesto con la cara que la verdad no sé que significó pero entendí que estaba tratando de ser amable. Tomó la mochila, la cargó contra su hombro y se fue. El ruido de las botellas desaparecía a la vez que se achicaba su figura a la distancia. Cuando se fue de mi vista, encendí mi último pucho y me quedé nuevamente con la llama encendida hasta que me quemara, pero esta vez deleitándome del fuego mismo y no de lo que éste iluminaba. Bajé la mirada, al mismo tiempo que pitaba y mirando la mesa descubrí que se había llevado mi cuaderno. Tenía un lado bueno, que volvería a buscarme para que le devuelva el suyo y tenía el lado malo, que sabría que lo mío había sido todo una farsa. Debía estar preparado. Fui al kiosko más cercano y compré un Philip de 10. No eran los que más me gustaban, pero hacía un rato, era los que me había aceptado ella. ¿Y si no les gustaran otros?. Aproveché el viaje y compré una Stella. Llegué al hostel y abundaba el silencio. Todos estaban dormidos ya. Mi mochila seguía allí, como la había dejado, sentada. La bajé del sillón, a un costado, abrí la birra con el encendedor y tomé del pico. Abrí el atado de puchos y prendí uno. Tomé el libro que había dejado antes de irme sobre la mesa y lo abrí en donde había doblado el vértice ella. La desdoblé porque no me dejaba ver lo escrito. Allí se podía leer a mano alzada: "me gusta saber que tengo todo lo que necesito en la espalda". Tomé un lápiz de mi mochila y escribí en el poco espacio que quedaba: "gracias". Doblé la hoja por donde estaba marcada y guardé el libro. Volví a mi asiento, tomé el cigarrillo del cenicero y le di otra pitada. La cerveza transpiraba, ya estaba caliente, la tenía que tomar igual no estaba en condiciones para tirar plata.
Me había dado sueño, no había cenado y no me importaba, tenía todo para mañana, lo que traía de antes sobraba en mi mochila. Algunas veces solo se necesita algo que fumar, algo que tomar y una mujer a la cual admirar, me dije, mientras apagaba la colilla contra el cenicero. Tomé mi mochila con ambas manos y la lancé inclinándome a mi espalda. Nunca la había sentido tan pesada. Era muy pesada en verdad. Medio mareado fui hasta la habitación y la mochila cayó con un sonido fuerte y grave contra el piso al lado de mi cama. Saltándola me acosté para dormirme definitivamente, pero antes concluí en que había sido un gran día.

jueves, 19 de octubre de 2017

La ventanilla



Un poco menos tristes
en este bondi,
son los de las ventanillas,
como yo,
los cuales poseemos
algo.
Abro la ventanilla
y nadie dice nada.
Empieza a hacer calor.
El de al lado
suda, me llega.
Lo siento
sin tocarlo.
Por que no dice nada?
click!
Cierro, la ventanilla.
Me sonríe.
La vuelvo a abrir,
y baja
la mirada.
Le hago un gesto
que se corra.
Me bajo, voy a bajar.
No pido permiso,
se levanta y yo paso.
Y se vuelve a sentar
en mi ventanilla.
Ahora es suya
la deja así,
como está.
No sabe
que de el depende
mucho.

Cuero, piel y metal, carmín y charol.


No precisaba ver el reloj para saberlo, eran las once y media. Me habías preguntado por la hora y te contesté sin correrte la vista de encima. Nos sobraba tiempo pero era mi obligación llevarlo a cabo en ese momento. Sabía también que nos encontrábamos solos en el departamento sin siquiera conocerlo. Me sentía responsable de la situación y de esa manera me comporté. Enseguida, esbozaste la sonrisa que esperaba que hicieras y accedí a tu llamado, como quien acepta lo inevitable.
Empezaste a retroceder buscando toparte con algo que te frene el paso. Unas facciones en un rostro sin tensiones y relajado me llamaban. En mi trayecto no dejé nunca de mirarte a los ojos, los cuales noté colmados de experiencia, y eso me acobardó un poco. Te tomé por el brazo y me acerqué de a poco esperando que reacciones. Al acercarme lo demasiado pero sin llegarte a tocar, dimos inicio al acto del sentir y no ver. Así fue en principio, que como dos peces fuera del agua, nos buscamos en el aire desesperados, golpeándonos las mejillas y narices con fuerza. Parecían cornadas que surgían de la atracción que nos teníamos. Como si nuestro propósito fuera rodear al otro por completo, abrazarnos prácticamente por el cuello.
Cuando no me distraía, mi atención estaba exclusivamente puesta en vos, y te escuchaba salir a respirar a la superficie, por fuera de nuestras formas, del enredo, y sentía como te apoyabas rendida a mi oído, el cual atento y presente, esperaba la respiración entrecortada. Mi mano se zambullía en lo más hondo de tu pelo y se encontraba en la desesperación de querer tomarlo todo y que se le escurra entre los dedos. Todavía no nos habíamos besado. La bronca, el deseo o el hecho de no poseernos, hacían que entremos en un estado de canivalismo puro. El golpe de nuestras caras tornaba a una intensidad que nunca habíamos presenciado. La respiración a este punto se hacia más compleja y digna de escuchar. La otra mano, te tomó de la cara con fuerza tratando de calmarte, como queriéndote ordenar quien lleva el acto, pero fue en vano. Me tomaste por la espalda y sentí el dolor en un zarpazo. Con una de mis manos te levanté sintiéndote más liviana que nunca y te mantuve así, sin tocar el piso. El tiempo valió la pena, mi boca se entrelazó con la tuya al fin. Nos desmenuzábamos los labios, en un acto de alimentar el deseo. El deseo como sabes, es el deseo del otro y nos potenciábamos. En ese estado, un poco fatigados y mareados, fuimos a la cama. Nos alejamos lo mínimo necesario como para poder vernos con los dos ojos y tras un instinto animal, notamos que al besarnos nos hacíamos daño. No nos molestaba ni nos hacía sentir culpables. De hecho nos daba placer lastimarnos. Un placer que nacía de la falsa ilusión de que se digería una porción del otro y así, de alguna manera creer que lo poseíamos.
La sangre tibia, empezó a brotar de donde parten tus labios,y terminó cayendo a cántaros por un lado de tu mejilla siguiendo su ruta hasta la almohada de funda blanca. Al mordernos, desparramábamos un poco del otro por nuestras caras y nos fundíamos en ese acto. Las pinceladas de un rojo vivo, nos alistaban para la guerra que acababa de empezar. Lo notamos en el momento pero no nos interesaba. El verte sufrir me seducía, pero noté que el mal sentimiento era mutuo. Te tomé fuerte de la cara. Hiciste lo mismo conmigo, como si nos amenazáramos a atacarnos. Nos mostramos los dientes manchados, para ver quien había salido más ileso. Un acto digno de inseguros, ya lo sé. Enseguida, tomamos la distancia que ya conocíamos, degustamos la sangre del otro en nuestras bocas y así olimos lo ambiguo que hacia a la seducción.


Foto: Nan Goldin