domingo, 10 de diciembre de 2017

Primer beso


Chi, chichi. Decime, que pasa. Vení acercate. Si. Cuchame, no la vas a poder creer, Laura gusta de vos. ¡¿Que!? Sh, boludo que nos van a sacar del aula. ¿Laura gusta de mí? Si, eso me dijo Ceci y Sole. ¿Entonces? Banca, ya está todo charlado. ¿Cómo todo charlado? si yo recién me entero. Si, pero vos vas a hacer lo que te digo. ¿Qué cosa? Cuando suene el timbre del recreo salimos todos, pero vos no vas al patio, sino al costado, ¿viste dónde está el salón de música? bueno ahí. ¿Y ahí? Le das un beso boludo. Nonono. Si chabón, si siempre te gustó Laura. Si pero nunca di un beso, no sé cómo se hace. Déjate de joder, práctica con el brazo. Cómo voy a practicar con el brazo. Practica. No, estás loco. Haceme caso, besate el brazo. Bueno. Ves, no es tan difícil. No sé si seré yo, pero beso cómo el culo si ella llega a ser mi brazo. No, ella va a sentir otra cosa. ¿Y vos cómo sabes? Me lo enseñó Yoni a lo del brazo y cuando le di el beso a Ceci funcionó, por lo menos después nos dimos otro. Me siento rato besándome el brazo. Practica boludo, vos práctica que falta poco para el timbre. ¿Y con la lengua qué se hace? no sé qué hacer. Déjala ser. Supongo que no le debe gustar esto a ella. Si, le va a gustar vas a ver. No sé, mirala, pareciera que no está tan nerviosa como yo, está copiando lo que escribe la profe y todo. Está nerviosa ya me dijo Ceci también, quédate tranquilo que los dos están igual. Uh esto va a ser un desastre, no sé ni cómo arrancar cuando la vea. Cuando la veas charlas, le haces un par de preguntas y listo. Bueno, voy a ir sin el guardapolvo, me queda mejor. Ya fue, te ve todos los días así, un día más no hace la diferencia. Si, pero quiero estar lindo. Bueno anda sin guardapolvo, ¿querés un chicle? Si dale. Un bazooka tengo. Gracias. Escupilo antes de salir al recreo y listo. Que nervios, prefiero ir a jugar a la pelota. No seas cagón, es la chica que te gusta desde segundo grado, dale. Si, tenés razón ya soy grande es momento de hacerme hombre. Ese es mi amigo. Uh no, el timbre. Uh si, uh si, vamos dale, con huevos. Dios. ¿No te ibas a sacar el guardapolvo? Si toma, estoy muy nervioso. El chicle, el chicle, escupilo antes de verla. No doy más. Tranqui que va a ir bien, pensa en el brazo. Después te cuento. Con huevo vamos.

¿Y qué tal te fue? No sé. ¿Cómo no sé? Si, fue raro. ¿Raro cómo? ¿estás contento? Me dio cosa, pero quiero volver a hacerlo, no sé. ¡Viste! Te gustó entonces. No, no sé si me gustó, sólo se que la quiero besar de vuelta. Genial entonces, porque hoy festeja el cumpleaños Sofi en el salón de enfrente, y ella va a estar. ¿Cómo? Si está hablado con las chicas. Nos quedamos jugando a la pelota y ellas van a venir con nosotros también. No, de vuelta armaron todo boludo, no puedo creerlo, me siento un títere. Si, pero un títere feliz, me lo vas a agradecer vas a ver. No lo sé la verdad. Cuchame, ¿con las manos que hacías? Nada que voy a hacer. ¿Cómo nada? Si, nada. No boludo, una mano ponele en la cara que les gusta. ¿Cómo? Practica con vos. No, esto no me esta gustando. Si, ponete la mano en el cachete, haceme caso. ¿Así? Si algo así ponele. Es raro esto. Ahora sí pero después vas a ver que no. ¿Y con la otra mano? ¿Y dónde la pondrías vos a ver? déjate fluir hace lo que tengas ganas boludo. Le acariciaria el pelo creo. Bueno hace eso, pero práctica en vos, importante lo de las dos manos. Si dale. Igual lo más importante ya lo hiciste. ¿Qué cosa? Y si, hice que te chupes el brazo, se ve que te gusta mucho Laura. Sabes que si, no quiero pasar papelones. No va a pasar, gusta de vos y vos de ella. Si tenés razón, la quiero besar ahora. Bueno tranquilo, que falta para el cumple, además también lo vas a hacer mañana supongo ¿Cómo mañana? Y si, mañana esta el campamento ¿no te acordabas? Uh cierto. Así que mañana seguro que también la besas. No me digas que está todo arreglado de vuelta. No lo sé amigo, no lo sé, yo me pregunto lo mismo.

sábado, 9 de diciembre de 2017

El cosito de la pizza


Las aceitunas las comía yo. Llegaba la pizza y enseguida, ella pinchaba con el tenedor de a una y las arrastraba a mí plato empujandolas con el cuchillo. Hacía esto con las cuatro aceitunas que no eran mías. Terminaba así, comiendo ocho aceitunas. Estaba viviendo en la Av. Corrientes, antes de que yo me mude, por lo que siempre terminabamos comiendo pizza. "Pisa" cómo yo le decía o "Pitsa" cómo le decía ella, da igual. Cómo había que elegir porque no había plata era o salir a comer o ir al teatro. No podíamos darnos el lujo de las dos. Creo que la única vez que hicimos las dos, fue en el cumpleaños de ella. Recuerdo mucha felicidad en ambos, más allá del festejo, el estar gastando en ella sabiendo que no se puede y que en el futuro tendría consecuencias y no me importaba, creaba un clima de adrenalina y de exacerbado disfrute en mí. Dígamos que uno se está obligando a disfrutar esos momentos y está bien.
Había otras que a mí me gustaban más, cómo Pirilo, que disfrutaba de ir a comer solo porque era al paso, El Fortín, donde comía cuando era chico cuando la familia era grande y La Mezzetta de Urquiza, que era la que comíamos con mis amigos y a la que viajabamos exclusivamente hasta allá para ir a buscarla. Cómo podrán ver, mi última cena bien podria ser una pizza.
Con ella íbamos los Viernes a comer. Yo salía del laburo rajando, me tomaba el 45 y ella ya estaba esperándome en la pizzería que seguía. Teniamos una ruta armada. Ella la había dibujado a mano, con la ubicación de cada una y aclarando cual era la especialidad. Los nombres escritos en rojo y la especialidad en azul estaban. El papel que era tamaño a4, estaba pegado en la puerta de la heladera con un imán de Las Cuartetas en una esquina y en la opuesta una de Guerrin. Las servilletas que usábamos en la casa de ella también tenían los colores y los nombres de las diferentes pizzerías, no eran blancas como en todas las casas. Me decía que eran más divertidas así.
Ella también juntaba en un rincón de la cocina el "cosito" de la pizza. Tenía como una especie de pirámide armada con cositos de diferentes colores. Coleccionaba eso. A mí me parecía un buen adorno, por lo menos estaba contextualizado. De hecho, cuando me juntaba en otra casa, me guardaba el cosito a escondidas, para llevárselo a ella y que agrande la pirámide. Y más si era de algún color que no tuviese, me alegraba. Era conseguirle la figurita difícil, imagínense.
Un día fui a cenar a una casa donde conocía a una sola persona, por Devoto, había ido a hacerle la gamba a un amigo con una de las pibas que estaba ahí. Cuando llegó la pizza, era un cosito que nunca había visto, como una especie de joya en el medio del queso. No lo podía creer. Lo primero que hice fue agarrarlo apenas se abrió la caja y se me quedaron viendo, pensando en "que va a hacer este loco con el cosito". No me importó. Al otro día se lo llevé y cuando lo vio me dijo que era una especie de trébol de cuatro hojas para ella. Tanto es así, que lo separó del resto de la pirámide y fue a guardarlo en un cajón, en donde guardaba las cosas importantes.
Entre los cositos y las aceitunas, me hacia sentír una buena persona, me hacía feliz. Me encantan las aceitunas, pero las cuatro que me daba ella, eran siempre más ricas, más gustosas y debe ser porque me hacían sentir que estaba haciendo un bien. No tiraba comida y ella tenía alguien con quien compartir.
De algún modo le inculcaba valores a mí hija y no hay mayor alegría que eso para un padre.




miércoles, 6 de diciembre de 2017

Lentes de sol


Todo empezó, o más bien terminó, cuando yo le decía que los lentes de sol en realidad eran lentes de no sol, pero que por marketing el "no", no garpaba, entonces le quedaron como los conocemos "lentes de sol". La cosa es que ella sostenía que los lentes eran para el sol y el argumento era que uno podía verlo así directamente. Lo que yo le decía era que no lo estaría viendo, porque era una imagen distorsionada y agregaba ya un poco encascado, que ninguno de los que usaban "lentes de no sol", los usan para verlo. Incoherencias del enojo.
Discusión va, discusión viene, yo le termine en parte dando la razón cómo siempre, ella enojada porque le daba la razón cómo si fuese una loca y todo básicamente como el orto, por unos putos lentes de sol. Discusiones boludas de ese tipo y sin sentido, de cuando todo se empieza a resquebrajar. Cuestión, de unos lentes y el sol, llegamos a la afirmación de que nos teníamos que separar. Ella lloraba a borbotones, yo estaba triste pero serio. Lloraba pero de otra manera, vieron como es: uno usa las lágrimas otro escribe, uno escucha canciones tristes otro se emborracha y así. La cosa es que por algún lado sale.
Esta anécdota de los lentes, era otra más de las tantas peleas cotidianas, cómo la de la pasta de dientes, que habrá durado alrededor de un mes creo. Yo la apretaba en cualquier lado a la pasta, ni siquiera del medio, porque habría que calcularle, apretaba y ya. Ella era de las que apretaba desde abajo para poder usar toda la pasta pareja. ¿Cómo terminó todo? Un día me voy a lavar los dientes y veo que la pasta está toda destartalada, con un desorden hermoso, ¡la flaca se había comprado su propia pasta! Y ahí estaba en el vasito que usaba para hacerse buches, límpida, pareja y lo juro que la ví, llena de felicidad.
El vasito era otro tema. Yo tomaba del chorro directo, pim pum pam y escupía contra la panza del lavatorio. Ella se quejaba que salpicaba todo el baño con un buchesito de agua en la boca. En tono chistoso le decía que iba a hacer como la propaganda e iba a escupir en serio, haber que sentía. Uno trata de tomarse las cosas con humor durante los primeros encontronazos, pero no, vuelven y cada vez más intensos. Nunca solucionamos el tema del vasito de mierda ese, por eso lo digo, de hecho empeoró.
Cómo todos sabemos, las parejas  son de a dos y para tirarle flores a ella, está la de las zapatillas. Nos íbamos a acostar y yo tiraba las zapatillas así como salían, todas desparramadas por la pieza. Me decía en tono chistoso también, que un día me iba a caer y que las acomode más cerca de la cama. Yo no le hacía caso, le decía que estaban hechas para estar en el piso las zapatillas y nada más. ¿Que paso? Un día me levanté de madrugada, fui al baño y cuando volví en la oscuridad me tropecé y fui a aterrizar contra el borde de la mesita de luz. Hecho poronga terminé. ¿Qué hice de mal además de caerme? No la quería despertar y como el golpe había sido tan seco ni se mosquio. Agarre unas gasas de por ahí y me apreté fuerte un rato en la herida hasta que me dormí. Listo el pollo. Yo dormí como un duque y ella también. La cosa es que al otro día me levanta toda desesperada y enojada. Yo no tomaba conciencia de la pelotudez que había hecho y le decía que no se preocupe que las sábanas las iba a lavar yo. Ahí se enojó más, y eso la llevó a que me puteara de arriba a abajo durante todo el trayecto al hospital. Tenía razón, era un boludo. Al rato, llegamos a la guardia y por la profundidad de la herida me hicieron pasar de una. Diez puntos que me abarcaban casi toda la frente. No hablamos en todo el viaje de vuelta, le di un beso de compromiso, me bajé del auto y subí. Ella se iba a trabajar. Con lo mal que me sentía por la situación, agarre las sábanas enseguida y las puse a lavar de la cantidad de sangre que tenían. Ordené la casa también, para que cuando llegara esté todo como ella quisiera. Prepare el almuerzo como de costumbre, ya que siempre se escapaba al mediodía del laburo y venía a comer. Hice su comida preferida. Todo perfecto, nada puede salir mal se imaginan, bueno si, todo puede salir un poco peor siempre.
Llega y ya estaba de mal humor y tengo que aclararlo que yo no sabía en realidad por qué era. Pensaba que por mi. Pues no. Con la mesa ya lista me pidió que saliera y que la acompañase, medio que a los gritos. Le preguntaba por qué y no me decía. Desde el vamos me ponía nervioso que llevara los lentes de sol. Me gusta verle a los ojos a las personas cuando le hablo.
Cuestión, calladito y obediente, agarre las cosas con las que uno sale y la seguí de atrás. Empezamos a discutir sobre los lentes que llevaba puestos y terminó derivando en que nos teníamos que separar. Eso, todo el resto y la conjuntivitis que se acababa de agarrar.

Marilyn y Arthur