miércoles, 6 de diciembre de 2017

Lentes de sol


Todo empezó, o más bien terminó, cuando yo le decía que los lentes de sol en realidad eran lentes de no sol, pero que por marketing el "no", no garpaba, entonces le quedaron como los conocemos "lentes de sol". La cosa es que ella sostenía que los lentes eran para el sol y el argumento era que uno podía verlo así directamente. Lo que yo le decía era que no lo estaría viendo, porque era una imagen distorsionada y agregaba ya un poco encascado, que ninguno de los que usaban "lentes de no sol", los usan para verlo. Incoherencias del enojo.
Discusión va, discusión viene, yo le termine en parte dando la razón cómo siempre, ella enojada porque le daba la razón cómo si fuese una loca y todo básicamente como el orto, por unos putos lentes de sol. Discusiones boludas de ese tipo y sin sentido, de cuando todo se empieza a resquebrajar. Cuestión, de unos lentes y el sol, llegamos a la afirmación de que nos teníamos que separar. Ella lloraba a borbotones, yo estaba triste pero serio. Lloraba pero de otra manera, vieron como es: uno usa las lágrimas otro escribe, uno escucha canciones tristes otro se emborracha y así. La cosa es que por algún lado sale.
Esta anécdota de los lentes, era otra más de las tantas peleas cotidianas, cómo la de la pasta de dientes, que habrá durado alrededor de un mes creo. Yo la apretaba en cualquier lado a la pasta, ni siquiera del medio, porque habría que calcularle, apretaba y ya. Ella era de las que apretaba desde abajo para poder usar toda la pasta pareja. ¿Cómo terminó todo? Un día me voy a lavar los dientes y veo que la pasta está toda destartalada, con un desorden hermoso, ¡la flaca se había comprado su propia pasta! Y ahí estaba en el vasito que usaba para hacerse buches, límpida, pareja y lo juro que la ví, llena de felicidad.
El vasito era otro tema. Yo tomaba del chorro directo, pim pum pam y escupía contra la panza del lavatorio. Ella se quejaba que salpicaba todo el baño con un buchesito de agua en la boca. En tono chistoso le decía que iba a hacer como la propaganda e iba a escupir en serio, haber que sentía. Uno trata de tomarse las cosas con humor durante los primeros encontronazos, pero no, vuelven y cada vez más intensos. Nunca solucionamos el tema del vasito de mierda ese, por eso lo digo, de hecho empeoró.
Cómo todos sabemos, las parejas  son de a dos y para tirarle flores a ella, está la de las zapatillas. Nos íbamos a acostar y yo tiraba las zapatillas así como salían, todas desparramadas por la pieza. Me decía en tono chistoso también, que un día me iba a caer y que las acomode más cerca de la cama. Yo no le hacía caso, le decía que estaban hechas para estar en el piso las zapatillas y nada más. ¿Que paso? Un día me levanté de madrugada, fui al baño y cuando volví en la oscuridad me tropecé y fui a aterrizar contra el borde de la mesita de luz. Hecho poronga terminé. ¿Qué hice de mal además de caerme? No la quería despertar y como el golpe había sido tan seco ni se mosquio. Agarre unas gasas de por ahí y me apreté fuerte un rato en la herida hasta que me dormí. Listo el pollo. Yo dormí como un duque y ella también. La cosa es que al otro día me levanta toda desesperada y enojada. Yo no tomaba conciencia de la pelotudez que había hecho y le decía que no se preocupe que las sábanas las iba a lavar yo. Ahí se enojó más, y eso la llevó a que me puteara de arriba a abajo durante todo el trayecto al hospital. Tenía razón, era un boludo. Al rato, llegamos a la guardia y por la profundidad de la herida me hicieron pasar de una. Diez puntos que me abarcaban casi toda la frente. No hablamos en todo el viaje de vuelta, le di un beso de compromiso, me bajé del auto y subí. Ella se iba a trabajar. Con lo mal que me sentía por la situación, agarre las sábanas enseguida y las puse a lavar de la cantidad de sangre que tenían. Ordené la casa también, para que cuando llegara esté todo como ella quisiera. Prepare el almuerzo como de costumbre, ya que siempre se escapaba al mediodía del laburo y venía a comer. Hice su comida preferida. Todo perfecto, nada puede salir mal se imaginan, bueno si, todo puede salir un poco peor siempre.
Llega y ya estaba de mal humor y tengo que aclararlo que yo no sabía en realidad por qué era. Pensaba que por mi. Pues no. Con la mesa ya lista me pidió que saliera y que la acompañase, medio que a los gritos. Le preguntaba por qué y no me decía. Desde el vamos me ponía nervioso que llevara los lentes de sol. Me gusta verle a los ojos a las personas cuando le hablo.
Cuestión, calladito y obediente, agarre las cosas con las que uno sale y la seguí de atrás. Empezamos a discutir sobre los lentes que llevaba puestos y terminó derivando en que nos teníamos que separar. Eso, todo el resto y la conjuntivitis que se acababa de agarrar.

Marilyn y Arthur

No hay comentarios.:

Publicar un comentario