sábado, 9 de diciembre de 2017

El cosito de la pizza


Las aceitunas las comía yo. Llegaba la pizza y enseguida, ella pinchaba con el tenedor de a una y las arrastraba a mí plato empujandolas con el cuchillo. Hacía esto con las cuatro aceitunas que no eran mías. Terminaba así, comiendo ocho aceitunas. Estaba viviendo en la Av. Corrientes, antes de que yo me mude, por lo que siempre terminabamos comiendo pizza. "Pisa" cómo yo le decía o "Pitsa" cómo le decía ella, da igual. Cómo había que elegir porque no había plata era o salir a comer o ir al teatro. No podíamos darnos el lujo de las dos. Creo que la única vez que hicimos las dos, fue en el cumpleaños de ella. Recuerdo mucha felicidad en ambos, más allá del festejo, el estar gastando en ella sabiendo que no se puede y que en el futuro tendría consecuencias y no me importaba, creaba un clima de adrenalina y de exacerbado disfrute en mí. Dígamos que uno se está obligando a disfrutar esos momentos y está bien.
Había otras que a mí me gustaban más, cómo Pirilo, que disfrutaba de ir a comer solo porque era al paso, El Fortín, donde comía cuando era chico cuando la familia era grande y La Mezzetta de Urquiza, que era la que comíamos con mis amigos y a la que viajabamos exclusivamente hasta allá para ir a buscarla. Cómo podrán ver, mi última cena bien podria ser una pizza.
Con ella íbamos los Viernes a comer. Yo salía del laburo rajando, me tomaba el 45 y ella ya estaba esperándome en la pizzería que seguía. Teniamos una ruta armada. Ella la había dibujado a mano, con la ubicación de cada una y aclarando cual era la especialidad. Los nombres escritos en rojo y la especialidad en azul estaban. El papel que era tamaño a4, estaba pegado en la puerta de la heladera con un imán de Las Cuartetas en una esquina y en la opuesta una de Guerrin. Las servilletas que usábamos en la casa de ella también tenían los colores y los nombres de las diferentes pizzerías, no eran blancas como en todas las casas. Me decía que eran más divertidas así.
Ella también juntaba en un rincón de la cocina el "cosito" de la pizza. Tenía como una especie de pirámide armada con cositos de diferentes colores. Coleccionaba eso. A mí me parecía un buen adorno, por lo menos estaba contextualizado. De hecho, cuando me juntaba en otra casa, me guardaba el cosito a escondidas, para llevárselo a ella y que agrande la pirámide. Y más si era de algún color que no tuviese, me alegraba. Era conseguirle la figurita difícil, imagínense.
Un día fui a cenar a una casa donde conocía a una sola persona, por Devoto, había ido a hacerle la gamba a un amigo con una de las pibas que estaba ahí. Cuando llegó la pizza, era un cosito que nunca había visto, como una especie de joya en el medio del queso. No lo podía creer. Lo primero que hice fue agarrarlo apenas se abrió la caja y se me quedaron viendo, pensando en "que va a hacer este loco con el cosito". No me importó. Al otro día se lo llevé y cuando lo vio me dijo que era una especie de trébol de cuatro hojas para ella. Tanto es así, que lo separó del resto de la pirámide y fue a guardarlo en un cajón, en donde guardaba las cosas importantes.
Entre los cositos y las aceitunas, me hacia sentír una buena persona, me hacía feliz. Me encantan las aceitunas, pero las cuatro que me daba ella, eran siempre más ricas, más gustosas y debe ser porque me hacían sentir que estaba haciendo un bien. No tiraba comida y ella tenía alguien con quien compartir.
De algún modo le inculcaba valores a mí hija y no hay mayor alegría que eso para un padre.




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