viernes, 29 de abril de 2016

Casa abandonada


Todo es silencio. No hay nadie, ni ninguna cosa. No hay patio. Tampoco una luz que entra por el techo, ni vistas al río o la ciudad. Hoy no hay café, gato, ni entregas.
Hoy no hay ruidos. Hubo un tiempo que los hubo extraños en esta casa y se le temían, pero les avisaban de los males que se avecinaban. Cuando se distinguían, salían corriendo lo más rápido posible tratando de cerrar las puertas por el miedo de que el intruso a caballo llegue y los golpee. Se escuchaba el galope a lo lejos, pero así y todo, el sonido se acercaba enseguida y no les daba mucho tiempo de actuar. Eso era antes, cuando les pegaban y le hacían doler el cuerpo, pero hoy ya no es así. Hoy no hay ruidos como dije. No se escuchan gritos de dolor. El dolor, el castigo, pasó a el alma. Apenas se golpea un alma, abunda el silencio. Paraliza a el ser. Es un método eficaz si se quiere destruir, porque no quedan pruebas en el momento. Cero evidencias.
El segundo impulso es el grito, el problema es que algunas veces llega tarde.
Ella estaba con su novio en el Congreso pidiendo por su lugar. Estaba en silencio, mirando a la nada. El notó como se le espejaban los ojos y la abrazó fuerte, lo noté en las facciones de su cara. Muy fuerte, lo suficiente como para que se largué a llorar y no se guarde nada. Lloraba por su patio y su techo, por las vistas, por las historias y por sus sueños. También lloraba porque ahí lo conoció a él. El problema de esta casa, es que se hizo inhabitable y su vida corre peligro. En ella sus habitantes son más apasionados de lo normal, bordeando la locura diría, porque tienen a cuestas el peso de toda una nación a la cual le deben todo y quieren devolvérselo. Como en una guerra en la cual el hombre abandona su casa y su tierra porque su vida corre peligro, hoy sus habitantes abandonan aquel lugar en donde hace no tanto fueron expulsados a los golpes, por un sueño al cual quieren bombardear.
Déjenlos seguir soñando, no los van a defraudar, no les arrebaten su casa.
“Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.”