martes, 14 de enero de 2020

Hice el camino
para ir a ver la fuerza del río Urubamba
en plena acción.
Me tocaron días
donde las nubes estaban bajas
y nunca lo pude ver
al principio solo lo escuchaba,
como un susurro suave al oído
continuo en el tiempo
y monótono
pero después acostumbrado
o sesgado por lo que me rodeaba
empecé a dejar de oírlo
como si no existiese
o si formara parte indisoluble de mi
pero se me volvía a hacer presente
volvía saben,
volvía cuando estaba a solas
y con ningún otro compañero
en paz y en silencio
haciendo nada,
como desafiándolo
sin caminar el camino,
en plena quietud
en plena nada
y él, ahí si,
se me presentaba
con fuerza, tronando
aullando como un cielo
a punto de estallar en mil baldazos
recordándome quien había marcado
este camino y por qué valía la pena recorrerlo
aunque nunca lo pueda ver a los ojos
y nunca me contesté, más siendo siempre
una fría y pequeña brisa en la cara
y que sus palabras siempre sean
un sonar mudo para mí,
pero bello al fin
como la muerte.

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