martes, 28 de enero de 2020

me subo al 124
y veo que está en uno de los asientos
del lado donde pega el sol
sentado, tu novio
al cual conozco por fotos
entonces sé que hace y cómo se llama
a partir de vos
y yo lo miro sabiéndolo, pero él
a mi no, ni me registra
y yo puedo mirarlo todo el tiempo
porque está tan tranquilo
y concentrado
con su cabeza inclinada
sobre el libro que tiene
que sostiene por los lados
con sus brazos abiertos, relajados
que transmite paz,
es paz su sola presencia
y acompaña la luz tenue matinal
que le pega sobre la pelada
de tal manera, que la hace brillar
como si fuese de algún material reflectante,
y se evidencia más que en ningún otro lado
en su coronilla, que se volvió blanquísima
como su remera, que expande el espacio
y lo vuelve todo más amplio,
y lo vuelve todo más liviano;
vos lo amas, es entendible
claro que te entiendo, entiendo todo
si yo ahora estoy viendo, lo que vos ves
veo con tus ojos y es todo tan claro, tan cierto;
y acá estoy yo, parado desde las sombras,
desde esta oscuridad casi total,
y no, no es que no tenga luz
no es tampoco que no sea lo que él es,
solo tuvo la suerte de subirse antes.

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