martes, 26 de noviembre de 2019

Rat in the kitchen

Tener una rata en la cocina no es muy feliz, pero así lo fue.
Era una mañana como cualquier otra
de correr cortinas y que esté todo en su lugar
de higienizarse, rascarse,
de empezar a desperezarse.
Cuando entro a la cocina
un roedor pasa entre las botellas de birra.
Tira todo y se esconde atrás del horno.
Yo puteo, no lo puedo creer.
Apago la música y de un momento a otro,
como una especie de sentimiento
que viene de algún otro lugar
hacia mí,
empiezo a sentir que está desesperada
aún más que yo,
y me puse mal por ella:
está en casa ajena,
no sabe cómo terminó acá
y alguien la quiere echar sin no antes
capaz violentarla.
Me tranquilizó pensar en esto.
Prendí la radio y me preparé el mate. También bailé.
Desayuné tranquilo, en paz
y mientras me cebaba unos al lado de la mesada,
empecé a hablarle y explicarle la situación:
yo sé que estás asustada,
pero no podés estar acá,
me puedo enfermar
y vos podes estar más tranquila en otro lado,
entendés? Y bla bla bla,
le di un sermón sobre lo que nos convendría a ambos
y termine diciéndole que quería que ella estuviera bien, realmente quería eso.
Le conté también uno de los tantos problemas
que venía teniendo en la vida,
sentado en el piso al lado del horno,
después le di las gracias y me fui a laburar.
Cuando llegué no estaba más
se fue sin nada más
que escucharme.

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